Algunas poesías.
La tarea del poeta
Enredadera que recorres mi cuerpo inmóvil, como un libro cerrado en su melancólico aposento, sin un lector ávido que quiera abrirlo a los viajes de la imaginación. Porqué te obsesionas en aferrarte tanto a los deleites virginales como a las orgías inmaculadas. Sólo entrégame versos, estoy sediento de ellos.
¡Quiero llegar a la inmensidad! ¡Suéltame! ¡Que mis ramas lleguen al sol y que mis frutos sean el alimento de escuálidos cerebros! No quiero dar frutos corrompidos (como la sociedad bizarra en la que vivo), tampoco podría entregarte la verdad, no soy un moralista, soy un poeta…
Olvido
Las palabras, mientras la llama arda,
El viento no las apaga.
Cuando las aguas del olvido las nombra,
ocurre lo imprevisto.
Como si no las hubiéramos
pronunciado ni escrito,
Vuelven a su origen:
Al silencio del abismo.
Memorial de la isla sin retorno
El piano, deja salir sus melodías,
Sin partitura, se encuentra en melancolía.
La pluma, en vano escribe historias,
Historias sin papeles.
¿Cómo escribirlas?
Sin lienzo, en donde pintar,
Sin cincel, en donde esculpir.
Reloj, no marques las horas,
El tiempo pasado, no vuelve jamás…
Un jardin de rosas muertas
Recuerdo aquellas noches,
en que jugábamos a sembrar rosas,
sin antes cosechar.
Y la luz intermitente de los astros,
nuestros únicos testigos.
¡Qué tiempos aquellos!
La tierra era fértil
y los frutos abundantes.
Pero tu simpatía por las sombras
y la muerte, me hundieron en los ríos
tormentosos de la oscuridad.
Un centinela protege mi celda,
y cuando veo de nuevo.. a través de…
puedo ver tus ojos
¡se ven tan bellos!
cumpliste tus sueños,
ser los pétalos de esta lúgubre flor negra,
y el rocío que desciende de tu cuerpo
el llanto cuando dijiste adiós, al partir.
Cisnes
En la circularidad del tiempo,
Los cisnes azules, como el índigo cielo.
Reclaman sus vastos mares.
¿Por dónde navegar, si la monotonía gris,
como una pincelada pastosa,
cubre todo el lugar?
¿ A quien reclamar sus extensos
lagos, hoy envueltos, por los gigantes
e iguales torres de Babel?
Hoy sus cuerpos de bronce,
Reclaman sus vastos mares.
Rutina Cruel
En la efervescencia del tiempo,
un rayo marca las horas
y una espina dorada los minutos.
De pronto, los arquitectos de la energía,
Se ven rezagados por la monotonía.
Una chispa de luz, les devuelve la vida
Y de nuevo comienza la rutina.
Los jardines otoñales del ser
En los jardines otoñales del ser, un arco iris de fantasías se extiende por los cielos. Como antorchas de colores, pintadas sobre la eternidad de un cuadro en la imaginación.
El viento que abraza la faz del inconciente, renueva flores muertas, por los huracanes de la desdicha. Las rosas místicas resplandecen, como la luz de las estrellas, en una noche sin ojos cándidos. Ellas dejan verse dulcemente en toda su extensión.
Una gran ola de esplendores y de música inunda los inescrutables espacios. La dulce melodía del preludio azul y la sinfonía son el faro, en medio de las sombras de la soledad.
La aurora del espíritu, vuela libremente por la infinidad de la faz, del universo celestial.
Las alas de los sueños, cubren el descanso. Las escaleras se abren paso. Un mundo anónimo, fugaz e ilusorio se deja entrever. Las horas no son horas, y el tiempo sólo una palabra desconocida.
Un misterioso sendero de la infinidad nos guía hacia una luz espectral. Lo epicúreo nos aleja del camino, de la metáfora de la verdad. Solo la plenitud del crepúsculo nos devuelve la visión eterna.
09/07/06
Agrego aquí todo lo que vaya escribiendo de nuevo. hace tiempo que no lo hacía. Aquí va algo. Espero que les guste.
Un boulevard y un café a medio servir. Las horas se me presentaban como los vapores impelidos por los cigarrillos, podía sentir como pasaban, pero no escapar hasta que terminase de fumar. Inmensos edificios se presentaban ante mi, como grandes bestias, que con sus pies de concreto y sus sombras se plancharían sobre el suelo, en un espacio no delimitado.
La gente pasa sin saber adónde va. ¡Bah! ¿A quien le importa saber a donde van?
Unos, como largos bloques de hielo navegan sobre un mar de tinieblas, donde la nada se adueña del todo. Otros, buscaban… -¿qué buscaban?... Tal vez, una motivo para encontrar a
Las medialunas, que se entremezclaban en mis ojos y mi saliva. Cada vez más cerca estaba de ellas y tan distante… y la sombra de un inmenso toldo, que estaba en frente de la vereda, vino a cubrir mis sienes.
¿Encontraría a
No entendía por que esa “idea” rondaba mi cabeza, si habitaba en mi cabeza… regaba de imágenes, y crecían encantadores y altos árboles de recuerdos.
Cuántas veces habremos cruzado el puente inmenso e infinito de aquella plaza pequeña. Cuantos veces creíamos ver en el agua, espejo aterciopelado del tiempo, nuestras figuras fundirse en una sola…un cuerpo, un alma, un no sé qué…
Me acuerdo aquella vez , cuando estaba en el medio de…, vino corriendo alocadamente y se subió arriba de mí… y de repente, como una gran estatua a punto de derrumbarse… casi dimos rienda suelta a las risas de las gentes que estaban alrededor nuestro, que veían aquel encantador pero triste espectáculo circense, que no tenia un final ni un principio. Tampoco deseábamos que lo tuviera.
Nos preguntábamos en ese tiempo, ¿porque el tiempo tenia que gobernar nuestras vidas, nuestras conciencias, nuestros sueños, nuestras rutinas? Una vez me dijiste, levantando la cabeza al cielo, como si fueras a decir un gran discurso: ¡inventamos nuestro poeimt!,… y fuimos dueños de la noche, del atardecer, del amanecer. ¿Acaso todo tiene que ser tan estructurado, tan lógico?
-¡La lógica de lo ilógico! Gritaste de pronto con voz estridente, retumbosa, que cuando lo recuerdo, en mis tímpanos siento el resonar de un eco, que como una barca cortaba con su filo las ondas romboidales del aire.
O cuando me decías: ¿Viste la figura fantasmal que estaba detrás de mí? Claro, ella era muy inocente, que cuando le decía no te portes mal porque te va a aparecer el cuco, te tapabas con la almohada la cabeza, y de pronto llegaba yo y con mimos que rosaban como las gotas de las lluvias, las hojas, y en la pulcritud de aquella cama vieja, toda agujerada, con pozos, te hacia ver las estrellas del universo, meditábamos acerca de ese diario viejo que encontraste en la calle. Unos preparan el fin del mundo y otros reinventan la fórmula para revivir al mundo. Pasaron 30 minutos o más, y la vía Láctea empapaba tu cara, y estabas feliz y contenta de la vida que querías, o tal vez no. Y yo en un letargos de amnesia infinitesimal pensaba en que la vida debía ser otra cosa distinta y no un paso más a la muerte.
Las calles sucias y anchas y sus veredas, las que recorríamos a diario, tenían que volver a su estado primogenitito, cuando solo la potencia dominaba el mundo, y solo el ente gobernaba.
O cuando te detuviste a charlar con el señor de los helados, le pedías un helado en pleno estado frezzeriano de las estaciones, que loco que fue todo aquello, discutías con él porque no te quería vender uno, y a cada segundo te decía”-pero señorita, no entiende… (Con una cara como diciéndote allá está el payaso, te confundiste de circo. En este solo hay animales) sólo vendo café, y el cubo lo llevo conmigo para llevar mis cosas”.
De repente, un brillo enceguecedor… como un rayo que corta el aire y lo desvanece en un prisma de colores… el sol de las 11, el papel de las cuentas, el incesante murmullo y la paloma que bajo del toldo, vino a posarse en mi mesa y me devolvió a la rutina.
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